Capitulo II
A medída que crecímos Ivanova y yo nos volvímos solitarias, era como si el tiempo nos hubiera vuelto a la hechicería o a los rituales de la antígua Grecia o a los cultos del lejano Egipto. No nos igualábamos con los otros jóvenes de la comarca, nosotras en nuestra soledad, colgamos algunos cuadros del divino Aquiles, aquel que derribó a Héctor sin ningún atisbo de piedad. Conseguimos en un mercadillo, algunas otras litografías de El Rey Tut de Egipto, Nefertitis, Adán y Eva, túneles venecianos, castillos de cuentos, nos llenamos de la música de algunos monjes católicos gregorianos, y algunos maestros que hacían su fama para la época y así, nos convertimos en unas viudas jóvenes sin ningún afortunado marido muerto.
A pesar del claustro impuesto por aquellos que habitaban en aquella casa, Ivanova y yo íbamos a la escuela, dos escuelas diferentes para cada una. Ivanova y yo hacíamos un gran esfuerzo ante los demás para ocultar nuestra torturada vida, pasábamos días sin comer, sin llevar una vida normal como aquella la de Amanda por ejemplo, Amanda vivía en una casa muy cerca, tenía ella ojos verdes y pelo rubio, reía todo el tiempo y tenía las mejillas rosadas de día y de noche, se podía decir que de tanto comer, a veces pensé que Amanda quería ser nuestra amiga, puesto que nos saludaba con timidez; En fín, nadie podía leer la desdicha que Ivanova y yo presentábamos en los ojos cuando crecimos, a pesar de algúnos persistentes, agudos e histéricos gritos, jarrones rotos, y charcos de agua que corrieran hacia la calle, nadie salía para prestar algún socorro, parece que el mundo ve solo lo que quiere ver, escucha lo que quiere escuchar; La gente se miente a sí misma, miente a los demás, o solo desempeñan un papel o una pésima actuación de lo que se puede llamar “la vida del prójimo tan ajeno a mi”.
Asi que Ivanova o mejor dicho mi viudita Ivanova y yo, escondimos el secreto de los torturadores, nos lo escondimos a nosotras mismas como buenas cristianas hasta vernos como almas en penitencia.
Llevamos el recuerdo de Mamuska a doquier, ella estaba en nuestros corazones, no importaba el tiempo que había pasado, desde entonces Mamuska era una especie de deseo incansable, una santa, un ángel sublime tan extrañado como perdido.
Una confesión secreta de Ivanova una noche mientras encendía la velita para decir las plegarias fue esta:
– Sabes Dankha, a mí si que no me gustan los domingos.
– ¿Porqué?, ¿Es que no te gusta vestirte de domingo, pues? – le dije como esperando cualquier tontería en respuesta.
Cambiò de semblante y sus ojos negros se volvieron tristes, pero no manifestaban intensidad, mas bien lejanía con esfuerzo, mas bien como si aquel pensamiento de olvido hubiera progresado y hubiera cavado en su alma algún hoyo sin fin, pero que sabía ocultarlo con experticia y entonces dejó salir de sus labios una sutil palabra:
Mamuska – dijo.
Para mis adentros pensé: <debe sentir al igual que yo, ese vacío infinito que uno siente en especial los domingos cuando el aire es diferente, cuando el cariño apremia y ella no está>.
– ¡Por eso! –dije, – ¡Por eso mismo! yo me iba con Mamuska tan temprano en la mañana todos los domingos, a penas el primer gallo cantaba, ya abría yo el ojo a ver si ya ella estaba en pie, así se fuera a la misa! o a la visita de turno! Para mi un día sin Mamuska era el purgatorio! -Y a modo de que se riera le dije:
– Es que ni el ruido mas profano te hacia abrir un ojo!, ¡ya te llevaban los enanos del sueño, y el ronquido de un ratón ! Ya mañana no será domingo, será otro día, ya no recuerdes eso.
Así Ivanova, volvió a cerrar el baúl escondido dentro de su corazón y con una media sonrisa apagó la vela diciendo:
– Un ratón! Mas bien de conejo! ¿No soy un conejo Dankhuska?
– Eres un conejo Ivanova! Conejo de los paramos rosados…
– Shuuuu.., alguien viene, has silencio para que no entre.
***
Genova, 4 de junio de 1780 Amada Dankhuska: En Italia los barcos son mas bonitos Dankhuska, ya el verano si que no es como San Peter, deberías venir, ya he comido todo lo que cosecha la tierra, y también los corderos, los pollos y los pescados, ¡Ay Dankhuska a todo le pongo aceite de oliva!, y también a las galletas dulces! Tendrías que ver como lucen los tomates de la siembra de mi huerto, es que no es por lo grande, “sorelina” si no por lo rojo, desde ya te diré para que no te pierdas, que para entrar a la casita tienes que subir el sendero, allí están las escaleras, luego esta el patio y ya la casita rosada pálida, esa es. Ricardo ha encontrado también girasoles que se dan aquí en Italia, esos los sembraremos. Ya nosotros tenemos preparado un cuarto para los huéspedes, para que te puedas acomodar un día, el que decidas tú venir. Ya ese día haré tantas tartas para que puedas comer, que va ser difícil no tomar vino, te gusta todavía el vino Dankhuska?, ah! Claro que si!. Sabes a donde iremos “sorelina”?: Iremos al mercadillo, iremos al mar, es que está tan cerca, ya yo he puesto algunas pinturas en las paredes, todas para arreglar la casa, tenemos también dos gatos pequeñitos, Ricardo no sabe que nombre ponerle, alguna sugerencia?. Más me place consentirle señorita un solo gato para usted, para que le haga compañía para cuando decida reinar estos previos. La vecina es desdeñada y no me habla, tiene dos hijos y los atiborra de regalos y de caramelos. María es la ama de la tienda y dice que habla inglés, cosa que no me atrevo a comprobarle, debido a la fácil risotada que pueda salir de mi boca, me regala dulces, que mal podría yo hacerle?, me dice, que cuando ella tenía mi edad también tenía mi pelo, <como va a tener mi pelo dankhuska, mi pelo es mio>, pero yo sólo le contesto, “Si claro! Es que se le nota al sol” entonces allí es que me dá los caramelos, cuando le digo que le sienta muy bien tal color del vestido, me regala naranjas, me da risa! Que pretenciosa ella!, bueno no me puedo quejar ya hasta le tengo cariño. Por las noches se tocan las campanadas de la misa, la plaza del pueblo es muy pequeña, no me gustan las costumbres fúnebres de la gente de por aquí, duran días y días en el velatorio. No hablo con todos, mas todo el mundo me conoce, he perdido el sombrero alguna vez en estos días, y me lo han devuelto con una notita en la puerta de la casa, que dice asi: Cara Ivanova “ai lasciato il suo capello sopra la banca de la Piazza, ma io sono contento in ritrovarla per voi” Giovanino. Ah! Quien será ese tal Gianino, ha de ser un monje siciliano? Un señor encorvado? Un niño?, quien lo sabrá?. Nada más te digo que así son los encantos de este pueblo a la orilla de Dios. Querida Dankha le pido a Dios que algún día muy cercano puedas venir a verme, extraño tus ojos Dankuska, dime que vedras. Ansiosamente, Ivanova.****
San Petesburgo, 20 julio de 1780 Querida Ivanova: A penas he recibido tu carta me he sentado a escribir, me alegra lo del huerto, me pregunto si a esos pobres gatos también les gusta el aceite de oliva. Que bonito lo que cuentas de tu nuevo hogar, me alegra saber que la gente te tiene en estima, y que has recuperado el sombrero. Ya guardo esta carta con el resto de las otras para no perderme cuando suba por aquel sendero. San Petersburgo está igual, un poco más poblado diría yo, pienso también escaparme cuando apenas tenga la oportunidad, hay un conservatorio que queda en el extranjero con quienes he intercambiado cartas, están buscando jóvenes talentosas para una especie de espectáculo nacional, podre ir cuando ya haya reunido unos cuantos rublos, solo para ver por mi misma la majestuosidad de la construcción que dicen estar haciendo. Ya te diré hacia donde se dirige mi fama y mi fortuna. Todo cuanto has dejado está igual, los mismos fantasmas recorren la estancia, las mismas torturas acortan la calma, la misma enfermedad, yo me hago del corazón ciego para no verlas más, pero como ya sabes es casi imposible. Lo último fue que, he vuelto a soñar con aquella ocasión en que después de haber ido al retiro espiritual de la escuela, aquel que el buen párroco de la iglesia y las monjitas me invitaron, en la casa se dijo, que yo había mentido, y por ello el castigo duró la semana entera, y así estuve sin una luz ni una vela, también tuve que bañarme con agua casi helada, ya que me escondieron la llama para calentar y tan temprano en la mañana tuve que salir que a raíz de eso me dio un resfriado de muerte y no pude ir a ver el desfile del circo ese día por la tarde, el día mas largo del mes. Por la mañana estaba tan metida allí en el sueño, que dí gracias a Dios que tu estas tan lejos Ivanova, ya te hubiera contagiado el resfriado también, ayer se han caído trozos de madera del techo y han caído todos sobre la cocina, como yo leía a Romeo con su Julieta, no me he percatado de como ardían, y así al llover una especie de pelusa negra, he salido corriendo a ver de donde venía, pues he visto que venía de la cocina, entonces fui como loca a soplar y soplar, así quedé llena de hollín y como eso no me ayudo en nada, salí a buscar corriendo el agua, he apagado la llama justo antes de que se prendiera la casa entera. Ya veras tú que ha quedado el libro chorreando, pues lo he soltado de mi mano al piso sin querer, solo por el apuro de apagar la llama, pues el libro medio difunto y todo negro ha quedado así: “Romojado y Juliagueta”…Me he reído tanto, he de buscar algún otro libro, en las cosas de Mamuska. Escríbeme pronto y cuéntame de tu huerto, dile a Ricardo que el girasol es hermoso al regarlo por la noche. Adios Ivanova, ya nunca más me olvides, Dile a Italia qué si me quiere que me búsque, así son las tierras cuando aman, recogen todas a sus hijos perdidos. P.D. llévale esto a María de mi parte: Maria do you like the color pink on your face? Let me know Miss Maria, what you may give me for present today due my wonderful words. Con amor: Dankha****
Mas cartas viejas en mi olvidado baúl que he traído de Rusia, he pasado esta noche en vela, éste es el primer día que no veo el rostro de Heathcliff, he repasado en mi memoria cada palabra que he dicho ayer, la noche anterior a su partida, cada mirada a cualquier cosa en la estancia que pudo haber mirado, cada detalle que pudo haber escapado, una y otra vez he revisado el teatro entero, la estancia, no encuentro nada, he vuelto a revisar cada milímetro de nuestra última conversación en mi memoria, recordé que había comenzado sobre su ensayo en el teatro, no le gustó mucho que me acompañara su amigo Dan en las butacas de la audiencia, se veía mas bien cansado cuando dijo que: “Otelo era su papel estelar pero solo si yo le seguía recibiendo los caramelos al mozo Dan ”. Me reí tanto, volví a recordar el momento en que buscó las velas que luego encendió, después de cerrar la ventana, volví a mirar el vaso de vino que sirvió él mismo, para apagar su sed, la mancha en la alfombra que quedó carmín, he tratado de recordar cada punto en su mirada, cada palabra que dijo, cada verso que condujo a nuestros besos, una y otra vez en mi memoria, ¿Qué dijo?, ¿Qué fue lo que no miré?
Recuerdo cada movimiento que hizo con sus manos al buscarme, quería que atendiera sus silenciosas insinuaciones, cada sonido que hizo esa noche, cada espacio de tensión lo he recreado una y otra vez con detalle.
Recuerdo perfectamente el momento en que me tomó del brazo, me puso de espaldas contra él, ciñéndome a su cuerpo, me retiró el pelo de la cara, pasándolo por detrás de mi oreja a modo de que yo escuchara mejor lo que estaba a punto de decirme, como un ángel negro me sedujo con el sonido de su voz tan ténue como un sílbido y me dijo al oido:
– Dankha, esta noche seré “Hades”, príncipe del tártaro, estoy buscando alguien como tú, con esta carita, con esta voz, me cantas una canción, Hada?…
Sentí su risa a media boca, respiró en mi oído, cerré los ojos devolviéndole la misma sonrisa, expectante exhalé sin decir una palabra, lo escuché continuar en un múrmullo:
– ¿Conoces a álguien que pueda liberarte de mi prisión infinita?,
¿si, Dankha?…shuuu, no hables,- y metió dos de sus dedos dentro de mi boca- contúve la respiración y un sálto en mi estomago me avisó que ya conocía yo bien el resto de lo que iba a suceder.
– ¡Shuuuuuuu, Dankha, mejor no digas nada, ya sabes que lo que busco es quién quiera a este “Hades”, ¿que tienes aquí? Ay! No me lo digas, mantente callada… ¡Ah, es un botón!.
Nos reímos los dos, yo como pude moví los labios, sus dedos no me daban espacio para mas.
– ¿y éste otro? Ay ¡es otro botón de la camisa de un hada!
Luego nos reímos casi en múrmullos, él me cóndujo a la pared más cercana y reposó su cuerpo en ella, y así yo lo hice en el de él, cuando se disponía a voltearme para mirarnos, tropezamos con la mesita, se cayeron el vino y el vaso, las flores y el florero, y se derramaron el vino, las flores y el agua. Él no contuvo la carcajada que salió de su boca, y soltó otras carcajadas mas, yo ya no pude reírme, ya me había hecho presa de su palabras, le dí un tirón con violencia a su brazo izquierdo, para sacarlo del charco de vino y aquello en la alfombra, no miré mas aquella escena, ya no era importante, le tapé la boca con mi mano, retire el pelo de su cara con mi otra mano libre, él se me quedó viendo como con sorpresa a lo mismo que hizo un movimiento un poco hacia atrás, se apagó su sonrisa, en un segundo, asentando con la cabeza, enfocó mi rostro entrecerrando los ojos y luego en un instante, volvió a entrar en el su habitual y enigmático porte de seductor, me abrazó en la cintura y me acerqué a su oído y le dije:
-“Hades” no se ríe, “Romeo”, muéstrame tus heridas que he de lamerlas señor mío.- solté su boca con mucho cuidado, con mis manos ahora, abrí su blanca camisa y toqué bordeando sus hombros desnúdos, bronceados, perfectos, al mas bello gitano que ha tenído Inglaterra, y el actor más inesperado que habita en Francia.
Besé a “Hades” sin espacio para respirar, al igual que cualquier día, perdimos la conciencia de la hora, del tiempo, del espacio, la estancia ahora era solo un lugar colgado en el “no tiempo” donde sólo en el mundo existíamos él y yo. “Hades” me llevó al viaje en el inframundo, a modo de perder la batalla contra sus ojos perfectos azules, me condujo a las llamas que él dispuso, cuanto calor había, me adentré en sus sonidos, en su ojos maravillosos, más no pude pronunciar palabra elocuente, éstaba ahogada por la clemencia celestial de mi verdugo, mi extraordinario hallazgo, mi alma gémela, podía tocar la perfección y tenía nombre, Heathcliff. Cuando la vela se consumió, reposaba dormido entre mis brazos, su mano sostenía la mía, túve que soltarme con delicadeza y tratar de no maltratar tanto mi adolorido tobillo, estaba adolorida y adormilada mas hice todo el esfuerzo de pararme con angústia para prender la próxima vela.< La oscuridad es un espanto y me duele tanto el pie>. – pensé para mi misma.
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Hoy he mirado cada óbjeto que él tocó ántes de irse, he escarbado cada milímetro del espejo y todavía no encuentro ningún consuelo que me explique qué sucedió, revisé todo y ha dejado en el armario toda su ropa, esta su traje de Romeo, sus botas de Macbeth, dejó los acordeones y el violín de la época cuando creyó que la música salía de sus venas, ha dejado su traje antiguo con que representó al Mósquetero, todos sus papeles y escritúras, sus guíones teatrales, sus plumas, sus pañuelos, su fuete y sus guantes de montar preferidos, dejó también los regalos del maestro de las óbras, sus libros de léctura infantil, sus libros de ortografía, de gramática y francés, hay algúnos francos en su gabardina, aquélla que vistió anoche, un palillo, un pañuelo y unos pétalos de rosa roja y su tallo, o lo que parece fué una. Una tarjeta con pequeñas gotas de sangre con la siguiente inscripción: Doctor Maurice Kenneth, en Gimmerton.
Sólo se ha llevado, un cuaderno de anotaciones el cual no le gústaba que nadie pasara ni siquiera la vista de reojo, lyo núnca lo hice, ése el que guardaba en el último tramo del armarío al lado de ese horrible saco negro, yo núnca me interesé, pués no le vi vestigio de algúna importancia, y pensar que hoy es el único óbjeto de valía para mí en esta habitación, pués me pregunto si he ahí la razón de su partida. ¿Porqué se lo llevó? ¿Qué había en ese cuaderno forrado en ordinario cuero marrón con inscripciones quemadas con las letras C&H, CB??.
Ése horrible saco negro que habia dado yo por ólvidado por el tiempo, por él y por mí, lo había traído desde Inglaterra, fué lo único que había traído a Francia; Se le había mojado y encharcado en una lluvia según alguna vez dijo y lo trajo de su viaje en barco desde Liverpool, el resto es olvido, no tengo mas ideas, son cosas que él no narró nunca. El saco dice él que una tal Elena le cosió para que escondiera sus reliquias en su antigua casa en Inglaterra.
No quiero tocarlo es tremendamente lujubre y desgastado, lo veo con aversión, me produce una horrenda sensación fantasmal, como si dentro de èse saco se guardara el más oscuro secreto de Heathcliff, como si al tocarlo se desatara el más temible de los infiernos, como si fuera una puerta astral hacia el mundo de mis mas penosas pesadillas, mis manos tiemblan si me apróximo, mi corazón deja de latir cuando me acerco para tomarlo y halar de sus trenzas, en un segundo he retirado mi mano, ya me ha pasado hoy dos veces.
Ése saco se parece al día en que se fué Mamuska. Hoy no voy a tocarlo, no puedo.